"Todo lo escribía para Último, esto lo sé. Olvidaba mis diarios por todas partes, cada día, él lo leía y lo volvía a dejar en el mismo sitio. Nunca me dijo nada. Pero yo sabía que leía. Teníamos aquellas dos juventudes recluidas, aquella especie de exilio insensato, y lo único que nos quedaba era imaginar todo lo que no teníamos. Historias. Él tenía su pista en la nada, hecha con todas las curvas que le había robado al mundo. Yo escribía para él. Para mí. Quién sabe.
Estábamos demasiado lejos de todo. Demasiado lejos.
Sólo ahora sé que es una de las cosas más hermosas que he hecho. Aquellos meses con Último. Llevando los pianos por ahí y escribiendo por las noches para él. De vez en cuando reescribía las historias que él me había contado. Me gustaba hacer que se convirtiera en un personaje de novela, una invención. Quería que supiera que era una persona especial, de esa que se leen en los libros, de esas que él leía en las historietas. Un héroe. Eso es, tal vez quería que él supiera que era un héroe.
Decírselo, eso nunca.
Yo no hablaba nunca....Enmudecí en algún instante olvidado de mi infancia, y luego ya no hubo nada que hacer.
Escribir, he escrito mucho. Pero escribir es una forma sofisticada de silencio..."
Esta historia de Alessandro Baricco.