sábado, 20 de febrero de 2010

"Un día, en una mesa polvorienta y atestada de una librería de segunda mano de Londres, John Berger apareció en mi vida. Era un libro naranja y descuajeringado, con la portada llena de dobleces y palabras ininteligibles y minúsculas escritas en bolígrafo. El interior también estaba lleno de anotaciones en un idioma que desconocía, pero por cincuenta peniques no se pueden pedir primeras ediciones y, además, siento siempre curiosidad, como Helene Hanff, por las anotaciones que alguien ha escrito en un libro antes de que llegue a mí, así que, intrigada por el título Ways of seeing («modos de ver»), me lo llevé a casa. Lo empecé a leer en el largo recorrido en metro que me llevaba al lugar donde vivía entonces, en las afueras de Londres. Cuando bajé del vagón, el mundo ya no era el mismo, yo ya no era la misma y mi punto de vista —ese que, con pueril desfachatez, yo creía inamovible— se había hecho trizas. En veinte páginas y doce paradas de metro, el acto de ver había adquirido una brillantez y un sentido que me acercaba a un misterio que siempre se había mostrado esquivo conmigo: mirar es encontrar.

Ways of seeing fue un descubrimiento y una revelación: como si por unos instantes el telón que había cubierto el mundo que me rodeaba se hubiera levantado y un magnífico maestro de ceremonias me estuviera mostrando las cosas —la pintura, los árboles, las lágrimas, la historia y el tenue pero poderoso vínculo que las une— por primera vez. Era también la primera vez que un crítico de arte no hablaba tan sólo de pintura o escultura, sino que decía cosas como: «Yo creo que uno mira las pinturas con la esperanza de descubrir un secreto, pero no un secreto sobre el arte, sino sobre la vida». Y desde que el libro se publicó en 1974, generaciones de lectores han experimentado ese mismo sentimiento de revelación porque, tras leerlo, ya nada puede mirarse del mismo modo. Años después, cuando le presté Ways of seeing a un amigo, éste me dijo que las anotaciones del libro estaban en islandés. Nunca lamenté tanto no saber ni una palabra del idioma de Björk.
Ese es el efecto que los libros de Berger producen en la gente: uno alimenta la esperanza de entender el mundo y de relacionarse con él, aunque sea en islandés. O precisamente en islandés":

Isabel Coixet



From I to J. La casa encendida (Madrid).