miércoles, 10 de marzo de 2010


Sobre el pasado no se puede hacer nada, pero sobre el futuro sí... José Saramago nos invita a todos a intentarlo con Haití al liderar una edición especial de su novela La balsa de piedra, cuyo beneficio íntegro se destinará a las víctimas del terremoto de la isla caribeña. Pero no es un gesto más dentro de las innumerables e importantes campañas de solidaridad que se han iniciado en todo el mundo. Aquí hay algo más. No es un mero hecho solidario, ni simbólico.
Porque la catástrofe sufrida por ese país latinoamericano -como consecuencia de los terremotos del 12 y 20 de enero pasado con casi 250.000 muertos y un país destruido- ha servido para mostrar el desastre y abandono político y social en que se halla la isla caribeña, además de la orfandad en que lo ha tenido la comunidad internacional. Más allá de mea culpas y de señalar a nadie del pasado o presente, el gesto del Nobel portugués y el contenido de su novela pueden interpretarse como una iniciativa para que entre todos contribuyamos a que los haitianos refunden su porvenir.
No se trata de intromisión. Sino de facilitar que los mismos haitianos tomen las riendas de sus vidas. Y, en cambio, sí es un reclamo para que los gobiernos de diferentes países, además de echar un
vistazo atrás y repasar su comportamiento con Haití, cambien de actitud. No por lástima, ni pena, ni para saldar deudas posibles, ni como expiación. Si no como una inversión en sus propios países, en el mundo. Se benefician los haitianos, sí, pero también se genera equilibrio y justicia global que favorece el desarrollo y bienestar de todos a mediano y largo plazo. Porque "ningún hombres es una isla, algo completo en sí mismo; todo hombre es un fragmento del continente, una parte del conjunto".
Porque todos tenemos una obligación...