Todos tenemos fotografías en casa que, con el tiempo, se convierten en pequeñas ventanas que dan a los momentos anteriores de nuestra vida, algunos de los cuales recordamos, otros no. Estas imágenes están teñidas de significado personal, y es que el acto de mirar siempre tiene lugar en primera persona. La mente es una buscadora incansable de significados, del sentido de las cosas que pueden escapársele, se resiste a la ambigüedad, quiere dar nombres...
En las fotografías pintadas Gerhard Richter combina sus "dos realidades", la fotografía y la pintura, para crear un diálogo entre ambas. Para realizar cada una de estas imágenes Richter sigue un peculiar proceso que comienza con la selección de una instantánea que no encaja en su álbum personal porque el autor considera que, tal y como es, ha perdido su potencial creativo. Para darle una nueva vida a la imagen descartada, el fotógrafo arrastra esa imagen por pintura fresca proporcionándole así una nueva "piel" capaz de convertir un momento común y familiar (un paseo, un viaje, su familia,su estudio, su mujer amamantando a uno de sus hijos... .) en una instantánea nueva, desconocida, única e irrepetible. Nos sitúan en el cruce entre lo real y lo abstracto, entre lo privado y lo público, entre la supuesta copia fiel y la intervención creativa.
"La dinámica entre foto y pintura se torna una dinámica de revelación y ocultación, de visión y ceguera, de juego de una dimensión contra la otra... ¿Dónde termina la pintura y empiezan esas hojas y ramas? Los colores de los cielos, las hierbas, los edificios, la ropa fotografiados se mezclan o contrastan con la pintura, que abre, cierra o envuelve mi visión cuando contemplo la imagen "
Vane